miércoles, 17 de febrero de 2016

Al borde de la quiebra

Venezuela está a un paso de quebrar…otra vez. Será la séptima quiebra desde 1950, lo que la llevará a liderar de nuevo en solitario las estadísticas de impagos desde esa fecha, deshaciendo el empate con Argentina. Y no veremos una quiebra controlada y ordenada, no. Asistiremos a una quiebra desordenada al estilo de la argentina de 2001, y de una dimensión parecida. El país se enfrenta a una gestión económica espantosa y desastrosa en medio de una crisis política e institucional similar a la ucraniana de 2013, lo que puede acabar degenerando incluso en un enfrentamiento civil como el que asola ese país desde hace dos años. Un completo desastre.

Venezuela es una economía que exporta un solo producto, petróleo, y que ha venido liquidando progresivamente su infraestructura industrial y poniendo sus actividades productivas más importantes bajo el control absoluto del gobierno. Mientras el precio del crudo creció todo fue bien. En los 14 años que estuvo Hugo Chávez en el poder (1999-2013), el petróleo multiplicó su precio por diez, pasando de 10 a 100 dólares el barril, y su moneda, el bolívar, se depreció más del 90%. Dado que el petróleo se comercia en dólares, los ingresos del Estado en bolívares por cada barril de petróleo exportado se multiplicaron por cien durante su mandato. Esa inmensa cantidad de dinero permitió al Gobierno de Chávez disparar el gasto público, reducir la pobreza y el desempleo, ganar elecciones y mantener a flote una economía cada vez más ineficiente, en la que el control de cambios y de precios provocaba toda clase de distorsiones, ahuyentando la inversión extranjera y golpeando a la industria local. Lo cierto es que en los últimos quince años el Gobierno venezolano ha dispuesto de los mayores recursos jamás obtenidos y, sin embargo, ha convertido la economía venezolana en un erial con problemas estructurales de inflación, desabastecimiento, desindustrialización y controles de todo tipo.

Con el precio del barril de petróleo actualmente en torno a 35 dólares el barril, todo el entramado de subsidios del régimen chavista se ha venido abajo y la fijación arbitraria del precio de los bienes básicos genera escasez y desabastecimiento, que ahora amenaza con afectar incluso a un artículo básico como el pan. El aumento de la masa monetaria y el control de cambios y precios han derivado en una espiral que llevó la inflación al 275% en 2015, la más alta del mundo. Y el mantenimiento de una economía subsidiada ha conducido a un déficit público del 20% y a una caída del 10% del PIB en 2015. Y 2016 se avecina incluso peor. La inflación está previsto que alcance el 720% y el PIB volverá a caer.

Para hacer frente a esta situación, a principios de enero al gobierno de Maduro no se le ocurrió otra cosa que poner al frente de la economía de Venezuela a un ministro, Luis Salas, afín al ala más radical del chavismo, liderada por cierto por uno de los economistas de cabecera de Podemos, Alfredo Serrano. Curiosamente, pese a ser licenciado en sociología (y no en economía) Luis Salas impartía clases de economía política en la Universidad Bolivariana de Venezuela. Así que, con esos antecedentes, no resulta extraño que afirmara que “la inflación no existe en la vida real,… sino que es el correlato económico del fascismo político.” O que la ley de oferta y demanda tampoco existe, pues “los precios aumentan no por la escasez en sí misma, sino por el afán de lucro individual a través de la explotación del otro”. Todo un alegato marxista-leninista más propio del siglo XIX que del XXI. Pues bien, tras 39 días al frente de la economía del país Maduro ha destituido a semejante lumbrera, sustituyéndolo por Miguel Pérez Abad, uno de los representantes del sector más pragmático de la revolución bolivariana.

Maduro desvelará hoy su “paquetazo económico”, tantas veces anunciado y pospuesto, que en principio contempla subidas en el precio de la gasolina, ajustes en el sistema de control de cambios y aumento en los precios controlados, pero lo cierto es que la situación económica y política del país ya no tiene vuelta atrás. Es simplemente demasiado tarde. El país colapsará más tarde o más temprano y solo cabe esperar si será cuestión de días, semanas o meses, pues resulta imposible mantener un año más una economía en estado de coma como la descrita. Las autoridades venezolanas (estas u otras) acabarán pidiendo más temprano que tarde la intervención del Fondo Monetario Internacional (FMI) para recibir los fondos prestados (que nadie en su sano juicio les prestaría) indispensables poner orden en las finanzas del país. Esto marcará el fin del régimen bolivariano, al menos hasta que resurja de nuevo, ya que dispondrá de un chivo expiatorio como el FMI al que culpar de todos los males de la patria, pues deberá tomar decisiones impopulares eliminando buena parte de la economía subvencionada por el chavismo. Y vuelta a empezar en busca de la octava quiebra.

Eso sí. Resulta clarificadora la “brillantez” de la gestión económica de los partidos afines a Podemos. Si han tardado 16 años en llevar a la quiebra a Venezuela, con un abundante maná petrolero, y apenas seis meses en hacer lo propio en Grecia, ¿cuánto tardarían en hacer lo mismo en España? No estamos tan mal como en Grecia, pero tampoco tenemos un petróleo por las nubes que financie la locura de gasto público que proponen. Yo diría que lo lograrían en dos o tres años. No más, quizás menos.