sábado, 22 de octubre de 2016

La maldición del dinero (en efectivo)

"¿Por qué no librarnos del papel moneda?", se pregunta Rogoff en su libro The curse of cash, pues cree que ha llegado el momento de poner fecha de caducidad al dinero en efectivo, excepto quizás a los billetes más pequeños o a las monedas.

De hacerlo así, tendría un impacto significativo en la actividad de los evasores de impuestos y criminales, a los que la imposibilidad de realizar pagos cuantiosos de forma anónima y recurrente les complicaría la vida. Pero más importante aún sería que permitiría que los bancos centrales impusiesen tipos de interés negativo a los depósitos, sin miedo a que el dinero se acumulara en efectivo.

La ausencia de dinero, argumenta Rogoff, sería un medio mucho más efectivo que cualquier otro empleado hasta ahora para acabar con el tráfico ilegal de personas y sus mafias. La promesa de un trabajo, aunque ilegal, es el motor que alimenta a las personas a emigrar de forma irregular al primer mundo, pero si los empleadores no pueden pagarles sus sueldos de una manera opaca al fisco y a la inspección de trabajo, el motor se griparía. Y sin dinero en efectivo que escapa a todo control, esos pagos recurrentes por trabajos irregulares sería imposible.

Rogoff propone mantener de forma indefinida los billetes pequeños (aunque podría analizarse convertirlos en monedas, más pesadas y menos sencillas de atesorar en grandes cantidades), con el fin de que se sigan utilizando en los pequeños pagos habituales, ya que la mayor parte (casi un 70%) de los pagos en efectivo de los ciudadanos implican unas cantidades inferiores a 10€. Eso permitiría mantener la privacidad y anonimato personal en la mayor parte de las transacciones que realizamos día a día. Pero es que la mayor parte del dinero en metálico no se acumula en pequeños billetes. El 80% del dinero en efectivo en dólares está acumulado en billetes de 100$. El billete de 10 000 yenes (alrededor de 100 dólares) equivale aproximadamente al 90% de la circulación de Japón, cuyo efectivo per cápita asciende a casi 7.000 dólares.

El hecho más reseñable sobre el papel moneda es la enorme cantidad de él que hay circulando por el mundo. De acuerdo con las estadísticas, el 30% de los euros en circulación se acumula en billetes de 500, y el 90% en billetes de 50€ o más. Si los euros en circulación se repartiesen uniformemente entre los ciudadanos europeos, cada uno tendría en su poder unos 3.200 € de forma semipermanente. ¿Pero algún ciudadano normal tiene alguna vez esa cantidad de dinero en efectivo en el bolsillo? Evidentemente, la mayoría del dinero en efectivo no lo tienen los ciudadanos.

El crecimiento de las tarjetas de débito, transferencias electrónicas y pagos móviles produjo una gran disminución del uso de efectivo en la economía legal, especialmente para transacciones medianas y grandes. Estudios realizados por diversos bancos centrales muestran que el ciudadano de a pie y las empresas poseen y usan sólo un pequeño porcentaje de los billetes de alta denominación.

De las estudios realizados sabemos que las empresas y comercios apenas acumulan el 2% del dinero en efectivo, el papel moneda en los cajeros automáticos representa aproximadamente el 3% del total, y los consumidores poseen entre el 5% y el 10%. Esto supone apenas el 15% del dinero en efectivo total. ¿Dónde está el resto del dinero? Se acumula a través de actividades tales como la evasión de impuestos, tráfico de drogas, de personas, corrupción y terrorismo. La mayoría de nosotros, gracias a las tarjetas de crédito y débito y los pagos por Internet, ya empleamos muy poco dinero en metálico. Y en Escandinavia su uso es mínimo.

Un plan para limitar el uso de efectivo debería guiarse por tres principios. En primer lugar, es importante permitir que los ciudadanos comunes sigan usando efectivo por comodidad y para hacer compras anónimas de valor razonable, pero impidiendo al mismo tiempo el modelo de negocios de los que realizan grandes transacciones anónimas y repetidas a gran escala. En segundo lugar, la eliminación del efectivo debería ser muy gradual (digamos, una o dos décadas), para permitir la adaptación y la introducción de correcciones sobre la marcha ante problemas inesperados. Y en tercer lugar, las reformas deben tener en cuenta las necesidades de las familias de bajos ingresos, especialmente las no bancarizadas. Con todo ello en mente, Rogoff propone lo siguiente:

1º. Eliminar a lo largo de varios años paulatinamente primero los billetes de 100 y 50 dólares (que acumulan el 84% del valor de los dólares en efectivo), y posteriormente el de 20 dólares. Así, el billete en circulación de mayor valor que quedaría después de un plazo de 10-15 años sería el billete de 10 dólares.

2º. Los billetes de diez y cinco dólares y el de un dólar serían sustituidos al cabo de varios años por monedas del mismo valor, pero un peso y dimensión elevados para dificulte su acumulación en actividades fraudulentas.

3º. Se proporcionaría a todos los ciudadanos que no tuvieran medios materiales una tarjeta básica de débito gratuita que permita hacer pagos electrónicos. De ello se encargaría el Estado o las entidades financieras.

Es cierto que hay infinidad de formas de pagar sobornos, cometer delitos financieros y evadir impuestos sin usar papel moneda. Pero la mayoría entrañan costos de transacción muy altos (por ejemplo cuando se usan diamantes sin cortar) o riesgo de ser descubiertos (por ejemplo, en caso de transferencias bancarias o pagos con tarjeta de crédito). También es cierto que las nuevas criptomonedas como el bitcoin son casi (o acaso completamente) indetectables. Pero su valor fluctúa abruptamente, y los gobiernos tienen muchas formas de restringir su uso (por ejemplo, impedir su presentación como medio de pago en bancos o tiendas minoristas). No hay nada con la liquidez y aceptación casi universal del efectivo.

Reducir el uso de papel moneda no pondrá fin al delito y a la evasión fiscal, pero obligará a la economía subterránea a emplear medios de pago con más riesgo y menos liquidez. En el mundo actual de las finanzas cibernéticas, el efectivo podrá parecer cosa sin importancia, pero las ventajas de retirar la mayor parte del papel moneda son mucho más grandes de lo que parecen.

Para Rogoff más importante aún sería que permitiría que los bancos centrales impusiesen tipos de interés negativo a los depósitos, sin miedo a que el dinero se acumulara en efectivo. Pero de eso hablaré otro día.