martes, 4 de octubre de 2016

Las opciones (casi todas malas) del PSOE

Tras el culebrón del Comité Federal del PSOE del pasado fin de semana, donde Sánchez presentó su dimisión tras perder una votación, una gestora ha tomado las rienda del partido mientras las distintas facciones del partido dilucidan qué postura tomar ante la formación de gobierno en España.¿Cuáles son sus opciones?

Lo primero que hay que decir es que resulta difícil de entender como la postura del PSOE, clave para la formación de gobierno en España no solo en ésta sino también durante la breve legislatura pasada, lo ha conducido a una crisis interna de semejante calado. Cualquier partido político del mundo en su posición habría impuesto las condiciones más duras a su adversario político para consentir su investidura, condiciones que su rival habría tenido que aceptar aún a regañadientes. Si el PSOE hubiera aceptado el veredicto de las urnas tal y como los electores lo habían expresado, esto es, el PP es el elegido para formar un gobierno en minoría, mientras que el PSOE debe pasar a la oposición, habría podido exigir la cabeza de Rajoy “el maligno”, así como la marcha atrás de algunas de las medidas más controvertidas del periodo 2011-2015 (reforma laboral, educativa, ley mordaza, a elegir). De no aceptar esas condiciones el PP, se habría convertido en el culpable de unas nuevas elecciones por ambiciones personales (Rajoy) o por su incapacidad para alcanzar acuerdos. Y, de haberlas aceptado, al PP le quedaría el via crucis de una legislatura probablemente corta y plagada de derrotas parlamentarias ocasionadas por su escasa mayoría minoritaria. Durante esa legislatura, el PSOE habría practicado una dura y eficaz oposición que le permitiría cosechar nuevos apoyos en unas próximas elecciones, logrando al fin cambiar la tendencia de derrotas cada vez más abultadas en las urnas.
 
Pero no, en lugar de eso, el magistral estratega Sánchez decidió enrocarse en el “no es no” sabedor de que permitir la investidura de Rajoy acabaría con su carrera política, y para evitarlo coqueteó con un pacto con populistas e independentistas. Semejante pacto hubiera conducido a una legislatura breve y convulsa, a una más que probable conflicto con Europa y a una gran inestabilidad política y económica. No en vano, pactos similares con partidos independentistas y/o populistas han conducido al PSOE de ser la segunda (y, en ocasiones, la primera) fuerza política en Cataluña, Galicia y Madrid a la tercera o cuarta posición en esas comunidades, con la mitad de los votos que antaño. Pero no parecen escarmentar.
 
Dicho esto, tras el descabezamiento de la ejecutiva federal del partido, el PSOE queda en una maltrecha situación, con una nefasta posición negociadora y a expensas de los acontecimientos. El PP puede ahora rechazar las posibles exigencias del PSOE, sabedor de que unas nuevas elecciones podrían significar el hundimiento socialista, de modo que podría incluso exigir apoyos para unos próximos presupuestos restrictivos, lo que sería aún más dañino para el PSOE. En esta tesitura, un próximo Comité Federal, único órgano capacitado para tomar una decisión sobre la política de pactos, tendrá que decidir qué postura toma el PSOE respecto a la formación de gobierno en España ¿Cuáles son sus opciones?

1.    Abstenerse en una posible investidura de Rajoy, y ganar tiempo para cerrar heridas y recuperar un discurso propio ante los electores. Hubiera sido la postura más lógica tras el 26J, pero hacerlo ahora tendría un coste electoral y, por encima de todo, interno, inasumible a mi juicio. Está por ver que exista una mayoría clara en ese sentido, toda vez que no todos los partidarios del NO a Sánchez serían proclives a esta opción, que podría fracturar internamente las delegaciones territoriales, así como perder los indispensables apoyos externos de Podemos en sus respectivas CC.AA. para gobernar. Hasta ahora el sector crítico a Sánchez no ha demostrado una gran decisión ni unidad de acción, prefiriendo tirar la piedra y esconder la mano antes que plantear abiertamente esta posibilidad. Y sin un gran liderazgo detrás, que no se vislumbra, no parece factible que esta opción salga adelante. Por otro lado, no dejaría de tener sus riesgos: la peor situación imaginable para el PSOE sería plantear esta posibilidad en un Comité Federal…y perder la votación.
2.    Dejar la decisión en manos de la militancia. Que sean los militantes los que decidan la abstención o las terceras elecciones. Los “barones” se lavarían las manos y dejarían la responsabilidad de qué hacer en manos de las bases, que serían los responsables últimos de las consecuencias para el PSOE de la decisión tomada. Sería una opción muy propia de unos dirigentes nacionales con escaso liderazgo, como parece ser el caso, pero que tendría la virtud de lograr un cierto consenso entre los dos sectores enfrentados. Según pasan los días, esta opción gana adeptos.
3.    Mantener el “no es no” e ir a primarias para elegir un candidato para las terceras elecciones. No dudo que es el escenario de pesadilla para el sector crítico. En unas primarias Sánchez podría volver a presentarse (vista su ambición por el poder, lo haría con casi total seguridad) como candidato, vistiéndose como el adalid de las esencias socialistas y es probable que resultara vencedor. Electoralmente podría irle relativamente bien, vista la afición de los españoles por ciertas actitudes “quijotescas”, además de que robaría parte del discurso izquierdista a Podemos, pero para los críticos sería una derrota en toda regla, además de que lo abandonaría parte del electorado más moderado del PSOE. Evidentemente los críticos podrían presentar un candidato alternativo, pero ninguno de los acusados de “golpistas” tendría ninguna posibilidad de ganar. Quizás el actual presidente de la gestora y de Asturias, Javier Fernández, podría hacerle frente por su talante tranquilo y conciliador, además de no haberse significado entre los conspiradores, pero unas primarias competidas podrían reabrir las heridas aún sin supurar. Una opción arriesgada.
4.    Mantener el “no es no” y elegir un candidato independiente (sin primarias). Los estatutos del PSOE contemplan que no se celebren primarias de elegir como candidato del partido a un personaje independiente, no afiliado al partido. El Comité Federal nombraría un personaje de consenso ajeno al partido, pero simpatizante y con apoyos internos, para hacer frente a unas elecciones muy complicadas, y al que no le importara quemarse si los resultados fueran malos. Un candidato como Ángel Gabilondo, antiguo Ministro de Educación con Zapatero, y candidato para la presidencia de la Comunidad de Madrid por el Partido Socialista Obrero Español en las elecciones autonómicas de 2015, reúne el perfil adecuado para el puesto, cuenta con gran predicamento y apoyo interno, y encarna un talante moderado, negociador y dialogante que le serviría para marcar una forma propia de hacer política, diferenciando al PSOE de Podemos. Quién sabe, un candidato independiente y nada sectario podría salir bien parado en las urnas ante una ciudadanía más que harta de políticos profesionales incapaces de dialogar. Esta opción evitaría además una nueva confrontación interna en primarias, así como que Sánchez pudiera volver a presentarse como candidato, lo que para el sector crítico sería casi una condición indispensable.
Si me dieran a elegir, creo que llegados a este punto la opción del candidato independiente es casi la única que podría salirle incluso bien al PSOE, y que garantizaría tiempo para cerrar heridas, pero dependería de la capacidad de ceder y alcanzar acuerdos de ambas facciones, y de que Sánchez renunciase a su carrera política. Y esto último es lo que me parece más improbable de todo. Si algo ha demostrado el exsecretario general es que antepone sus intereses personales a cualquier otra consideración.